Tus manos sobre el sol
mientras pisas la pata de conejo;
enmarañada, va contracorriente
la buscada razón para que tu vientre
no explote.
Tus manos reparten trozos de sal
que trago sin parar
sin masticar.
No existe justificación alguna
todas las causas están perdidas
ya no me sirve ni tu voz
ni vos.
La soledad y la amargura
ambas paridas
por un pata de conejo
se disolvieron en un lésbico juego
tan exquisito que Dios mismo
quiso que nunca se separaran
tan exquisito que Dios mismo
deseó participar.
En ti influyeron la soledad y la amargura
en ti convergieron, en ti se unieron
en ti se hundieron
y tú me hundiste a mí
bajo tus patas de sal.
1994.
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