31 de diciembre de 2011

Piedra.

Tetitla 30-12-2011

Seré una piedra
Delicada y dura
Discreta
Un tezontle
Poroso en tu boca húmeda
Un pedazo de carbón
Dispuesto a arder.

Tu frente contra mi frente
Un intento por acercar nuestros pensamientos
Sentiré que eres el aire, que eres el viento alrededor de mí
Y dejaré que me lleves.

Te voy a revolver con cocoa y olores tintos
Te diré la verdad:
No encuentro sentido a los días si no estás
Mi pedazo de carbón
Mi tezontle
Delicada y dura.

31 de octubre de 2011

De Agua y Sed


De agua y sed
Construímos los días
Levantamos una ciudad
con astillas.

De agua y sed
La tierna infancia del desierto
Incendiamos una ciudad
Con carbón.

De agua y sed
Las horas consumidas
Sumergidos, entre piedras
La rabia negra.

Tu disfraz de agua
Mi disfraz de sed
Que el desierto nos junte.

24 de octubre de 2011

Una Tarde en la Vida

Una Tarde en la Vida
Tarde que se fue entre regalos celestes, la luz y sus matices. Por unos segundos el cielo sangró sobre la ciudad, y te sentí tan conmigo.

Yo también te extraño.

23 de octubre de 2011

El Lago

El LagoLa ola me encerró apartándome del mundo, de los pájaros del cielo, los niños en la arena, mi madre en la playa. Hubo un momento de silencio verde. Poco después la ola me devolvió al cielo, a la arena, a los niños que gritaban. Salí del lago y el mundo me esperaba aún, y apenas se había movido entretanto.
      Corrí playa arriba.
      Mamá me frotó con un toallón.
      -Quédate ahí hasta que te seques -dijo.
      Me quedé allí, aguardando a que el sol me quitara los abalorios de agua de los brazos. Los reemplacé con carne de gallina.
      -Caramba, sopla el viento -dijo mamá. Ponte el jersey.
      -Espera, que me estoy mirando la carne de gallina -dije.
      -Harold –dijo mamá.
      Me puse el jersey y observé las olas que subían y caían en la playa. Pero no torpemente. Muy a propósito, con una especie de verde elegancia. Ni siquiera un borracho se hubiese derrumbado con la elegancia de esas olas.
      Era septiembre. Los últimos días, cuando todo empieza a ponerse triste, sin ninguna razón. Sólo había seis personas en la playa, que parecía tan larga y desierta. Los niños dejaron de jugar a la pelota, pues el viento, por algún motivo, los entristecía también, silbando de ese modo, y los niños se sentaron y sintieron que el otoño venía por la costa interminable.
      Los kioscos de salchichas habían sido tapados con tablas doradas, guardando así los olores de mostaza, cebolla y carne del prolongado y alegre verano. Era como haber encerrado el verano en una serie de ataúdes. Una a una se golpearon ruidosamente las puertas, y el viento vino y tocó la arena llevándose el millón de huellas de pisadas de julio y agosto. De este modo, ahora, en septiembre, sólo quedaban las marcas de mis zapatillas de tenis, y los pies de Donald y Delaus Arnold, allá, junto al agua.
      La arena volaba en cortinas sobre los senderos de piedra, y una lona ocultaba el tiovivo, y todos los caballos se habían quedado saltando en el aire, sostenidos por las barras de bronce, mostrando los dientes, galopando. No había ahora otra música que el viento, escurriéndose entre las lonas.
      Yo estaba allí. Todos los otros estaban en la escuela. Yo no. Mañana yo estaría en camino hacia el Oeste, cruzando en tren los Estados Unidos. Mamá y yo habíamos venido a la playa a pasar un último y breve momento.
      Había algo raro en aquella soledad y tuve ganas de alejarme, solo.
      -Mamá, quiero correr un poco por la playa -dije.
      -Muy bien, pero no te entretengas, y no te acerques al agua.

Corrí. La arena giró a mis pies, y el viento me alzó. Ustedes saben cómo es correr con los brazos extendidos de modo que uno siente los dedos como velas al viento, como alas.
      Mamá, sentada, se empequeñecía a lo lejos. Pronto fue sólo una mota parda, y yo estuve solo.
      Un niño de doce no está solo a menudo. Tiene casi siempre gente al lado. No se siente solo dentro de sí mismo. Hay tanta gente alrededor, aconsejando, explicando, y un niño tiene que correr por una playa, aunque sea una playa imaginaria, para sentirse en su mundo propio.
      De modo que ahora yo estaba realmente solo.
      Me acerqué al agua y dejé que me enfriara el vientre. Antes, siempre había una multitud en la playa, yo no me había atrevido a mirar, a venir aquí y buscar en el agua y decir cierto nombre. Pero ahora…
      El agua era como un mago. Lo aserraba a uno en dos. Parecía que uno estuviera cortado en dos partes, y la parte de abajo, azúcar, se fundiera, se disolviera. El agua fresca, y de cuando en cuando una ola que cae elegantemente, con un floreo de encaje.
      Dije el nombre. Llamé doce veces.
      -¡Tally! ¡Tally! ¡Oh, Tally!
      Cuando uno es joven y llama así, uno espera realmente una respuesta. Uno piensa cualquier cosa y siente entonces que puede ser real. Y a veces, quizá, uno se equivoca.
Pensé en Tally, que nadaba alejándose en el agua, en el último mes de mayo, las trenzas como estelas, rubias. Se iba riendo, y el sol le iluminaba los hombros menudos de doce años. Pensé en el agua que se aquietó de pronto, en el bañero que se zambullía, en el grito de la madre de Tally, y en Tally que nunca salió…
      El bañero trató de sacarla, de convencerla, pero Tally no vino. El bañero regresó con unos trozos de algas en los dedos de nudillos gruesos, y nada más. Tally se había ido y ya no se sentaría cerca de mí en la escuela, nunca más, ni correría detrás de la pelota en las calles de ladrillos, las noches de verano. Se había ido demasiado lejos, y el lago no permitiría que volviese.
      Y ahora en el otoño solitario, cuando el cielo era inmenso y el agua era inmensa y la playa tan larga, yo habla ido allí por última vez, solo.
      La llamé otra vez y otra vez. ¡Tally, oh, Tally!
      El viento me sopló dulcemente en las orejas, como sopla el viento en las bocas de los caracoles, que murmuran. El agua se alzó, me abrazó el pecho, luego las rodillas, subiendo y bajando, así y de otro modo, succionando bajo mis talones.
      -¡Tally! ¡Vuelve, Tally!
      Yo sólo tenía doce años. Pero sabía cuánto la había querido. Era ese amor que llega cuando el cuerpo y la moral no significan nada todavía. Ese amor que se parece al viento y al mar y a la arena, acostados y juntos para siempre. La materia de ese amor era los días largos y cálidos en la playa, y el zumbido tranquilo de los días monótonos en la escuela. Todos los largos días del último otoño cuando yo le había llevado los libros a casa desde la escuela.
      -¡Tally!
      La llamé por última vez. Me estremecí. Sentí el agua en la cara y no supe cómo era posible.
      El agua no me había salpicado tan arriba.
      Volviéndome, retrocedí a la arena y me quedé allí media hora, esperando una sombra, un signo, algo de       Tally que me ayudara a recordar.
      Luego, de rodillas, hice un castillo de arena, delicado, construyéndolo como Tally y yo lo habíamos construido tantas veces, pero esta vez construí sólo la mitad. Luego me puse de pie.
      -Tally, si me oyes, ven y construye el resto.
      Me alejé hacia el lunar lejano que era mamá. El agua subió, invadió en círculos el castillo, y lo devolvió poco a poco a la lisura original.
      Silenciosamente, caminé por la costa.
      Lejos, el tintineo de un tiovivo; pero era sólo el viento.

Al día siguiente me fuí en tren.
      Un tren tiene mala memoria. Pronto deja todo atrás. Olvida los maizales de Illinois, los ríos de la infancia, los puentes, los lagos, los valles, las casas, las penas y las alegrías. Las echa atrás y pronto quedan del otro lado del horizonte.
      Alargué mis huesos, les puse carne, cambié mi mente joven por otra más vieja, tiré ropas que ya no me servían, pasé del colegio primario al bachillerato, y de ahí a la universidad. Y luego encontré a una joven en Sacramento. La traté un tiempo y nos casamos. Cuando cumplí veintidós años ya casi no recordaba cómo era el Oeste.
      Margaret sugirió que pasáramos nuestra luna de miel postergada.
      Como la memoria, el tren va y viene. Un tren puede devolvernos rápidamente a todo lo que dejamos atrás hace muchos años.
      Lago Bluff, diez mil habitantes, subió en el cielo. Margaret estaba tan bonita con sus elegantes ropas nuevas. No sentía cómo el mundo viejo iba incorporándome a su vida, y Margaret me miraba. Me tomó del brazo cuando el tren se deslizó entrando en Bluff, y un hombre nos escoltó cargando el equipaje.
      Tantos años, y las metamorfosis de las caras y los cuerpos. Caminábamos por el pueblo y yo no reconocía a nadie. Había casas con ecos. Ecos de correrías por los senderos de las cañadas. Rostros donde se oían aún unas risas entre dientes: las vacaciones y las hamacas de cadenas, y las subidas y bajadas en los columpios. Pero yo no hacía preguntas y miraba a un lado y a otro y acumulaba recuerdos, como apilando hojas para la hoguera del otoño.
      Nos quedamos allí dos semanas, visitando juntos todos los sitios. Fueron días felices. Yo pensaba que estaba enamorado de Margaret. Lo pensaba por lo menos.
      En uno de los últimos días paseamos por la costa. El año no estaba tan adelantado como aquel día, hacía tanto tiempo, pero en la playa se veían ya los primeros signos de la deserción próxima. La gente escaseaba; algunos kioscos estaban cerrados y claveteados, y el viento, como siempre, esperaba allí para cantarnos.
      Casi vi a mamá sentada en la arena como antes. Sentí otra vez aquellas ganas de estar solo. Pero no me atreví a hablarle de eso a Margaret. Callé y esperé.
      Cayó el día. La mayoría de los niños se había retirado ya, y sólo quedaban unos pocos hombres y mujeres que tomaban sol, al viento.
      El bote del bañero se acercó a la costa. El hombre salió a la orilla, lentamente, con algo en los brazos.
      Me quedé quieto. Contuve el aliento y me sentí pequeño, con sólo doce años de edad, minúsculo, infinitesimal, y asustado. El viento aullaba. No podía ver a Margaret. Sólo veía la playa, y al bañero que venía lentamente con un bulto gris no muy pesado en las manos, y la cara casi tan arrugada y gris.
      No sé por qué lo dije:
      -Quédate aquí, Margaret.
      -¿Pero por qué?
      -Quédate aquí, eso es todo.
      Fui lentamente por la arena, playa abajo, hacia donde estaba el bañero. El hombre me miró.
      -¿Qué es? -pregunté.
      El hombre siguió mirándome largo rato. No podía hablar. Puso el saco gris en la arena, y el agua murmuró alrededor subiendo y bajando.
      -¿Qué es? -insistí.
      -Extraño -dijo el bañero, en voz baja.
      Esperé.
      -Extraño -dijo otra vez, dulcemente-. Nunca ví nada más extraño. Está muerta desde hace mucho tiempo.
      Repetí las palabras del hombre.
      El hombre asintió.
      -Diez años, diría yo. Este año no se ahogó ningún niño. Se ahogaron aquí doce niños desde 1933, pero los encontramos a todos a las pocas horas. A todos excepto a uno, recuerdo. Este cuerpo… bueno, debió de haber estado diez años en el agua. No es… agradable.
      Clavé los ojos en el saco gris.
      -Ábralo –dije.
      No sé por qué lo dije. El viento gritaba más.
      El hombre tocó el saco aquí y allá.
      -¡De prisa, hombre, ábralo! –grité.
      -Será mejor que no –dijo él. Luego quizá me vio la cara-. Era una niña tan pequeña…
      Abrió sólo una parte. Fue suficiente.
      La playa estaba desierta. Sólo había el cielo y el viento y el agua y el otoño que se acercaba solitario.       Bajé la cabeza y miré.
      Dije algo, una vez y otra. Un nombre. El bañero miraba.
      -¿Dónde la encontró? -pregunté.
      -Playa abajo, allá, en los bajíos. Ha pasado mucho, mucho tiempo, ¿no?
      Sacudí la cabeza.
      -Sí, sí. Oh Dios, sí, sí.
      Pensé: la gente crece. Yo he crecido. Pero ella no ha cambiado. Es pequeña todavía. Es joven todavía. La muerte no permite crecimientos o cambios. Todavía tiene el pelo rubio. Será siempre joven, y yo la querré siempre, oh Dios, la querré siempre.
      El bañero cerró otra vez el saco.
      Un momento después eché a caminar por la playa, solo. Me detuve, miré algo. Aquí es donde la encontró el bañero, me dije.
      Aquí, a orillas del agua, se alzaba un castillo de arena, la mitad de un castillo. Tally una mitad, y yo la otra.
      Lo miré. Me arrodillé junto al castillo de arena y vi las huellas de los pies menudos, que venían del lago y volvían al lago, y no regresaban.
      Entonces entendí.
      -Te ayudaré a terminarlo –dije.
      Lo hice. Construí el resto muy lentamente, luego me incorporé y me alejé sin volver la cabeza, para no ver cómo las olas lo deshacían, como se deshacen todas las cosas.
      Caminé por la playa hasta el sitio donde una mujer extraña, llamada Margaret, me esperaba sonriendo…

Ray Bradbury.
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Un cuento que me remueve infinidad de cosas. Tomado de "El País de Octubre".

¿De dónde más?

30 de septiembre de 2011

Ataviados de piel y labios (amanece).

Ataviados de piel y labios (Amanece)
Tan triste y temible como el cielo de aquel día
Tan inútiles las palabras no llegaron a su destino
No cumplieron su cometido.

Muero todos los días contigo
De alguna parte, de algun modo
Sin equilibrio te visto de piel y labios
En armonía tus pasos.

Es como ver campo, como ser algo en él
Crecer mis migas, mojar tu ser
Nazco todos los días contigo, al anochecer
De alguna parte, de algún modo.

Salimos a la calle a recorrer
De saltos profundos se llena la ruta
País sin fe que nos contagia
Amor distante que nos hidrata.

Ficción y no
Teatro
El agua santa de tu corazón
Ataviados de piel y labios
Morimos juntos todos los días.

Amanece.

26 de septiembre de 2011

Credo


Zempoala 28-12-2010-22.jpg
Creo en tus ojos como creo en el agua
Los necesito por igual
Soy una pizca de sal que la incertidumbre barre
Y deposita en el río
Me disuelvo, me congrego con el líquido
Prueba el agua que corre, alcánzala
Prueba el agua del río.

Creo en tus manos como creo en el viento
Los necesito por igual
Para viajar a tierra fértil
Semilla que busca un hogar.

Creo en ti como creo en el Sol
Los necesito por igual
Para crecer, hacer mi propio alimento
Alga naciente, resplandeciente
En tu lecho mi raíz.

Es la noche eso que sientes que va pasando
Con su luz te dibujaré
A lápiz y tinta te trazaré
Me quedarán tus ojos grises
Como nubes.

De tu piel limpia hago mi propio alimento.
Tierra fértil
Tu ausencia mi veneno
Mi último aliento
Para ti.

25 de septiembre de 2011

La Sed

Juan Carlos Mejía Rosas Los días se van vastos
No así el tiempo
Que me pasa por encima.

Te miro sin tenerte aquí
Te beso apenas despierto
Es tu silencio la palabra más dulce
La poca paz que aún me habita.

El tiempo pasa y me lleva
A veces siento que a ninguna parte
Es cuando me deja en tu puerta
Es cuando la sed por ti me despierta.

12 de septiembre de 2011

Soy tú.

Zempoala 28-12-2010-1.jpg

Lo siento todo
Estoy fuera
Lo percibo, estoy cayendo
Por favor
Una sonrisa para el sol que me crece en la mano.

Tengo miedo de ti
Estoy tan lejos de nosotros
Soy la nariz fría
El más silencioso de los ruidos
Tú el más ruidoso de mis recuerdos.

Soy tú
Y tú no eres nada
Te amo
Y tú tan sólo eres nada.

26 de julio de 2011

Silueta


Llevas un vestido obscuro, ceñido arriba, amplio y largo abajo; el cabello suelto al igual que los sueños. Ellos revolotean alrededor de ti, y tú caminas lento, marcando el paso del tiempo. Sin avisar te detienes y sonríes, ellos saben lo que deben hacer.

Y lo que saben es que te gusta verlos volar, romper con su silueta la luna llena.

A mí me gusta verte a ti.

Con tu silueta de gracia plena, haciendo de los minutos horas y de los días segundos.

¿Hay algo más hermoso que verte paseando cuervos?

28 de mayo de 2011

¿Qué es la locura?

Monumento a la Revolución - 22/04/2011 - 04
Mirarte
Alzar los ojos al cielo y buscarte
Ser de ti cuando no vamos a ninguna parte
Recordarte, desearte
Buscarme en ti
No entender que ya es tarde
Pedirte que te quedes cuando ya estás lejos
Sentir que me buscas
Creer que me necesitas
Quererte así, sin más
Sumergirme en tu recuerdo
Aullarte como a la luna
Esperarte, soñarte
Revolotear a tu alrededor
Cual insecto ante una luz
Creer que alguna vez será diferente
Entenderte, pensarte, cuidarte
Amarte...

La locura.

27 de mayo de 2011

Promesa

Promesa
Ayer te vi amanecer y atardecer
Fuiste una noche obscura y cálida
Una tibia promesa, de esas que se rompen
Al abrir los ojos.

Ayer te convertiste en recuerdo
Me queda la paz que dejaste sin querer
Y toda esta hambre de ti.

Me voy lejos, lo más
Para no seguirte soñando
Para no seguirte pensando
Para no ser más esto que soy sin ti.

Ayer te envolviste en silencio
Nos mentimos por última vez
Fuimos una tibia promesa, de esas que se rompen
Al abrir los ojos.


Gracias por todo.

16 de mayo de 2011

Niños

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A que nunca te alcanzo
A que nos necesitamos
A que no somos nada
A que nos gusta estar juntos
A que no te quiero
A que te encierras y nunca te saco
A que somos irrepetibles
A que te abrazo y todo es paz
A que somos imposibles
A que nunca nos escuchamos
A que confías en mí
A que somos uno
A que nunca tenemos tiempo para el otro
A que vamos a ser así siempre
A que me gusta lo que a ti te gusta
A que el tiempo no pasa
A que somos del viento
A que me tiras y te levanto
A que nos protegemos
A quién tiene más miedo
A que me importa cómo estés y qué te pase
A que me importa que te pase
A que nunca nos hemos mentido
A que tenemos un futuro común y hacemos planes
A que nos soltamos de repente
A que hablamos en plural
A que nos encontramos
A que somos algo importante para el otro
A que te toco e inicia la guerra
A que sales corriendo
A que eres lo más hermoso que he visto y he tenido
A que nos olvidamos
A que nos compartimos
A que nos queremos...

Jugamos.

11 de mayo de 2011

Son

Aterrizando en algún sueño
Marte es un cerebro
La tormenta de Júpiter un ojo
La Tierra una lágrima
Tus ojos el centro de un huracán
Las flores reflejos de ti
La ciudad una cicatriz
El Sol un corazón
Tú eres Arte
El mar lo que siento por ti.

4 de mayo de 2011

Conmigo

Prueba de exposición 2
Entiende que nada tiene caso
Que no podrás cambiar nada
Que en ese espacio no eres nada
Que lo único que tienes eres tú.

Respira
Lento, sin prisa
No dejes entrar más temor
Las cosas pasan, nunca entenderás como
Ni por qué.

Y aunque al final nada cambió
Sabes que nunca volverás a ser el mismo.

Hay que quemar de nuevo
todas estas ganas de regresar, de reintentar
hay que quemarlo todo de nuevo
para que no haya más forma de regresar jamás.

Y te quemaré conmigo…


Este ya llevaba un rato guardado. Por alguna razón sentí que hoy era el momento de ponerlo acá, porque hay tantas cosas dentro de mí ardiendo desde hace tiempo, tanto que parece nunca habrá fin.

2 de mayo de 2011

Exactly like you

Somos Nubes 05
I’m a lie
I’m a falling stone
I’m a dream
I’m a dry fountain
I’m a big green tree
I’m the most sweet thing
I love you
I’m a fool
I’m a crying shadow
I’m a lost thing
I’m a star
I’m a pair of blind eyes
I dream
I’m a handbag with a hole
I’m the sun between the clouds
I’m your lips
I’m a genius
I’m the last hope of a dead God
I kiss your skin
I feel like you feel
I’ve a tired mind
I’m a scared man
I need the bright of your eyes
I’m soft like running water
I’m a warm hand taking a cold hand.

I’m exactly like you are.

27 de marzo de 2011

Árbol de Manzana (Otoño).

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Ella tenía la cara de manzana. Lloré toda la tarde, me dijo. No le mencioné que yo también (¿Para qué?), sólo la abracé. En el silencio que se hizo navegaron nuestras nostalgias: la de ella por él, la mía por una ella que no era ella, la de la cara de manzana. Nos miramos a los ojos, así, llenos de nostalgia, y… quizá fue por la mirada húmeda o porque simplemente nos negamos a mirarnos más, que de la humedad del otro se nos llenó la piel; subió la marea, imposible escapar. También pensar.

Hay un árbol de manzana creciendo dentro de ella, una mezcla de Miedo y Fe dentro de los dos.

Es otoño.

11 de febrero de 2011

Eso Soy

Pasamos de Largo
Soy lo que tú eras antes de ser lo que seré
Piensa en ti misma como todo lo que no eres
Eso soy
Para bien o para mal
Lo que camina siguiendo tus pies.

Eres lo que pensaba que serías sin ser
Mis sentidos confundidos, agotados
Agobiados te buscan otra vez
Eso soy
Un conjunto de deseos que fueron lo que tú.

No soy real
Estoy dibujado sobre un cristal
Que te refleja
Aún escurre tinta
Eso soy.

Y soy real
Tanto como las palabras que no has dicho
Como todo lo que no sientes
Como todo lo que no eres
Eso soy.

10 de febrero de 2011

Hoy

Zempoala 28-12-2010-13.jpg
¿Cómo estás? Pero cómo estás realmente; no quiero ese "bien" tan incierto y tan sin sentido que todos en automático decimos ¿De qué está hecho el tiempo? ¿Dónde vive el viento? ¿Por qué quiero comerte lento? ¿Por qué no salimos a jugar juntos? ¿Por qué ese sabor de los recuerdos? ¿Qué harás por la noche? ¿Cuándo duermen los espejos? ¿Por qué sólo tu agua me quita la sed? ¿Por qué sólo tú? ¿Qué comen las olas? ¿Por qué eres tan traviesa y olvidadiza? (Te llevaste mi corazón) ¿Qué lenguaje hablan las nubes? ¿Por qué tu recuerdo me acaricia los sueños? ¿Por qué de tantas cosas eres mi única respuesta? (le guardo tanto rencor a la última vez que te vi) ¿Por qué no también ríes conmigo? ¿A dónde vamos? (¿Vamos a alguna parte?).

Tantas más cosas que quisiera preguntar(te)...

Hoy.

1 de febrero de 2011

La Interpretación y el Contexto

Imaginemos una silla ¿Cómo es? Estoy seguro que nadie que llegue a leer esto se imaginará la misma silla. Habrá diferencias en el material, la forma, el diseño, la posición, el color, el entorno, etcétera, mas a pesar de todas estas diferencias sólo una cosa es segura: todos habrán imaginado… una silla.

Ahora bien, el que no nos imaginemos exactamente la misma silla es una muestra de lo extraordinariamente complejo que es el fenómeno de la interpretación.

Partimos todos de algo establecido: el lenguaje. Una maraña de convenciones que establecen el significado de cada vocablo y la forma de emplearlo. Centrándonos en el caso particular del español, si bien contamos con una institución encargada de regular y establecer estas convenciones (La Real Academia Española de la Lengua –RAE-) lo cierto es que en la práctica el lenguaje es hasta cierto punto autorregulable, evoluciona y se adapta de acuerdo al país, región, ciudad, barrio, individuo. No se habla el mismo español en Argentina que en Colombia o en México. También hay variantes de Tijuana a San Cristobal de las Casas, de Las Lomas a Neza, de ti a mí ¿Qué determina estas variantes? El contexto.

Volvamos a nuestro ejemplo inicial. Cuando percibimos el vocablo “Silla” inmediatamente nos remitimos a la convención. De acuerdo con la RAE una silla es un “Asiento con respaldo, por lo general con cuatro patas, y en que sólo cabe una persona.” Bien, ahora procedemos a imaginarla dentro de lo que sabemos y tenemos conocimiento que es una silla, justo aquí es donde empiezan los problemas.

Interpretar implica variantes sumamente complejas, es un acto cargado de subjetividad. El significado de las palabras es una convención general, el sentido de las mismas un establecimiento particular. Cómo será la silla que nos imaginemos dependerá totalmente de nuestro contexto individual: en qué más estemos pensando, cuáles han sido nuestras experiencias con y alrededor de una silla, nuestro estado anímico, de las sillas que hayamos visto, y un largo etcétera.

Mencioné otra palabra importante: experiencia. El miedo a lo desconocido, a lo nuevo, parte de ahí, de la falta de experiencia, de algún referente que nos guíe y permita reaccionar adecuadamente ante tal o cual situación, saber qué hacer ante ella. Continuamente, en todo momento, en nuestro desenvolvimiento cotidiano nuestras acciones (por más simples que puedan parecer), nuestras respuestas, actos y palabras están basados en nuestro haber de experiencias. Un trauma es el miedo a volver a pasar por experiencias dolorosas o dañinas: cualquier cosa que nos remita al incidente traumático (olor, palabra, canción, lugar, actitud, gesto, fecha, situación…) trae un inmediato rechazo o malestar.

También de aquí se derivan muchos de los conflictos en las relaciones personales, porque actuamos basados en nuestro contexto y perdemos de vista el de nuestra contraparte. La única manera de entender o comprender realmente al otro consiste en colocarse lo más posible dentro de su contexto. La canción que para uno puede ser favorita a otra persona puede hacerla sentir desgraciada, lo que para alguien es la mejor manera de arreglar las cosas para otro puede ser la mejor manera de complicarlo todo, lo que para uno es halago para otro es molesto e invasivo, lo que a uno le quita las ganas para otro puede ser lascivo. Parece muy obvio, pero no tomar en cuenta el contexto ajeno es un error que todos cometemos todo el tiempo (sí, no se equivocan, soy yo el que está formado al inicio de la fila). Al final se trata del producto de la falta de comunicación, el precio de la especulación.

Hoy estamos llenos de discusiones vacías. Desde que la tolerancia se puso de moda damos licencia para que los demás hablen aunque no escuchemos nada y mucho menos entendamos algo ¿Qué ejemplo más claro que las eternas discusiones parlamentarias? Horas y horas de desgastantes palabras que nadie escucha y que en nada cambian el sentido de la votación que ya se ha decidido en otra parte.

Interpretar es en parte descubrir, a nosotros mismos y a los demás. No para que cambiemos, sí para entendernos, que ya sería un extraordinario punto de partida. El silencio es la más ambigua de las palabras, la de significado más abierto y también la mejor definida. Comunicar es descubrir intersecciones, lo que se tiene en común para a partir de ahí construir.

Imaginémonos ahora una silla…

19 de enero de 2011

Un Bosque

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Extraño en demasía saber de ti: tener algún contacto, sentirte cerca, esa paz que me provoca tu presencia. En este vasto océano de silencio encuentro el espacio para pensarte tanto. Hice un bosque con los momentos que pasamos juntos. Al centro puse una gran laguna con peces y tortugas; me siento en la orilla a contemplar como pasas por el cielo. Extraño tu risa y deseo tanto hacerte reír, cada día. Duele, en verdad, no poder hacerlo. Creí que me había deshecho de mis miedos, pero quizá tan sólo fue que migraron hacia ti. Aún si pudiera abrazarte, escucharte, besarte, olerte, morderte, procurarte, mimarte… amarte cada día, nunca sentiría que ha sido suficiente; no me preguntes por qué, sólo sé que así es ahora. Pensarás que nada de esto está bien.

¿Y qué sí lo está?

No tan sólo es que debí quemar las naves, ahora sé muy bien también debí hacer arder el corazón; mas si lo hago ¿qué me queda?

16 de enero de 2011

Intento.

Zempoala 28-12-2010-11.jpg
Mujer nube
Mujer espejo
Mujer pared
Mujer aguja, te me clavas
Mujer señuelo
Mujer especia
Mujer agua
Mujer témpano, me congelas
Mujer anhelo
Mujer chocolate
Mujer tormenta
Mujer calor, me deshielas
Mujer colibrí
Mujer noche
Mujer libro
Mujer mar, me disuelves
Mujer árbol
Mujer sol
Mujer sinapsis
Mujer corazón, me lates
Mujer sal
Mujer consuelo
Mujer paz
Mujer concierto, en silencio
Mujer deseo
Mujer lluvia
Mujer luz
Mujer arena, te me escapas
Mujer: lo intento, sólo fracaso.