Extraño en demasía saber de ti: tener algún contacto, sentirte cerca, esa paz que me provoca tu presencia. En este vasto océano de silencio encuentro el espacio para pensarte tanto. Hice un bosque con los momentos que pasamos juntos. Al centro puse una gran laguna con peces y tortugas; me siento en la orilla a contemplar como pasas por el cielo. Extraño tu risa y deseo tanto hacerte reír, cada día. Duele, en verdad, no poder hacerlo. Creí que me había deshecho de mis miedos, pero quizá tan sólo fue que migraron hacia ti. Aún si pudiera abrazarte, escucharte, besarte, olerte, morderte, procurarte, mimarte… amarte cada día, nunca sentiría que ha sido suficiente; no me preguntes por qué, sólo sé que así es ahora. Pensarás que nada de esto está bien.
¿Y qué sí lo está?
No tan sólo es que debí quemar las naves, ahora sé muy bien también debí hacer arder el corazón; mas si lo hago ¿qué me queda?